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El Partido

Para cuando estas líneas sean publicadas, el campeonato mundial de fútbol, al igual que el año en curso, estarán próximos a concluir. Recuerdo que yo solía ser un relativamente buen aficionado de dicho deporte, aunque reconozco que motivado principalmente por aspectos de tipo emocional. Los años, y la experiencia que éstos traen consigo, han ocasionado que mi gusto por el balompié haya cambiado y hoy se base mucho más en la razón. No soy un experto en la materia, ni pretendo serlo, pero actualmente percibo cosas en dicha práctica deportiva en las que antes no había reflexionado, y generalmente siempre trato de relacionarlas con el mundo de los negocios en el paso la mayor parte de mi tiempo. En esta última entrega del año me gustaría compartir con ustedes algunas reflexiones sobre dicho tema.


1) Conductas


La mayoría de los jugadores de fútbol que han alcanzado cierto nivel de éxito suelen dejar de hacer muchas de las cosas que los llevaron a ese lugar, y las sustituyen por conductas que no necesariamente les ayudarán a garantizar la obtención de resultados óptimos para todo el equipo. Viene a mi mente una de las escenas más memorables del cine en la que Apollo Creed le dice a Rocky Balboa que ha perdido el ojo de tigre, y para volver a triunfar, necesita hacer las mismas cosas que lo llevaron a ser campeón del mundo.


En el mundo de los negocios sucede algo muy similar. Una vez que alguien alcanza cierto grado de notoriedad, muy a menudo deja de hacer aquellas cosas que lo llevaron a triunfar, y las reemplaza por comportamientos contrarios que la mayoría de las veces lo alejan de sus metas y objetivos. “Dormirse en sus laureles” es una frase que refleja muy bien este concepto.


2) Habilidades


La obtención de éxitos deportivos es una extraña mezcla de habilidades, conocimiento, esfuerzo y enfoque o estrategia. Si un jugador de fútbol carece de un talento similar al de Lionel Messi o Cristiano Ronaldo (garbanzos de libra que aparecen una vez cada 20 años) será necesario que cuente con un plan alterno para sustituir su falta de habilidad con otra cosa que le permita competir en igualdad de condiciones. Lo que resulta inaceptable es que el futbolista carezca de disciplina táctica, no esté dispuesto a correr todo el partido (tal y como lo hacen los coreanos o los japoneses), carezca de una estrategia claramente definida y no posea un profundo conocimiento del juego, sus reglas y las fortalezas y debilidades de sus compañeros de equipo y rivales (los jugadores de fútbol americano invierten mucho tiempo revisando videos para lograrlo).


Al igual que sucede con el fútbol, para que las organizaciones estén en posibilidades de alcanzar sus metas y objetivos es necesario que todos los integrantes del equipo utilicen una mezcla adecuada de habilidades, conocimiento, esfuerzo y enfoque. De poco sirve que un profesional de ventas tenga un gran conocimiento sobre los productos y servicios de su empresa si no es capaz de comunicarse con los posibles clientes para concertar entrevistas. O también resulta irrelevante que alguien sea muy competente para concertar citas, pero al estar cara a cara frente al prospecto no tenga la más mínima idea de las características y funciones de sus productos y servicios.




3) Alineación


El éxito de un equipo de fútbol se basa en el grado de alineación existente entre todos sus integrantes. Mientras mayor sea éste, mayor la probabilidad de ganar. La alineación va mucho más allá de la definición tradicional de un equipo. Debe enfatizarse no sólo “cómo” deben trabajar juntos sino también “por qué”, y además definir claramente los roles y responsabilidades de cada uno a partir de las relaciones existentes entre ellos. Después de observar el desempeño de algunas selecciones, sospecho que varios de sus integrantes sólo fueron a Catar a buscar empleo a partir de su lucimiento personal y en detrimento de obtener un triunfo colectivo.


Al igual que sucede con los equipos de fútbol, el éxito de una organización también depende del grado de alineación entre todos sus colaboradores. Generalmente es posible determinar este indicador en función de que todos participen en actividades conjuntas de planificación y entrenamiento y compartan insight, enfoques, relaciones y recompensas.


4) Liderazgo


El entrenador es un elemento clave para el éxito de cualquier equipo de fútbol. No solo posibilita y alienta el desempeño de sus dirigidos, sino que su adecuada y oportuna gestión puede influir cambios positivos y permanentes de conducta en ellos. Mientras mayor sea su grado de involucramiento con los jugadores, será posible garantizar que estos: 1) aplicarán con mayor frecuencia las habilidades adquiridas durante las sesiones de entrenamiento, 2) desarrollarán mayores niveles de competencia, y 3) implementarán y ejecutarán mejores estrategias de juego. Recuerdo que una de las frases favoritas de mi mentor Randall K. Murphy era, “Cuando te asignan la tarea de conquistar una montaña, o un mercado, debes preocuparte menos por quién está ahí para ti y preocuparte más por quién está contigo.” Si el entrenador sólo está para y no está con, la probabilidad de ganar disminuye de forma significativa. Otra cosa que he aprendido al ver el desempeño de los equipos mundialistas es que el entrenador no juega ni falla pases o goles.


En el mundo corporativo, los gerentes de alto desempeño son un elemento clave para el éxito de sus equipos. Estos deben asegurarse de proporcionar a cada integrante los siguientes factores críticos: 1) planes ambiciosos y personalizados para su desarrollo y desempeño, 2) comunicación frecuente con cada uno de ellos, 3) una retroalimentación balanceada en términos de las habilidades y el conocimiento mostrado, así como los resultados alcanzados, y 4) un continuo reforzamiento sobre el valor del trabajo realizado y la persona que lo llevó a cabo.


5) Objetivo


El objetivo es el resultado final que cualquier equipo de fútbol busca alcanzar. Vince Lombardi decía, “Ganar no es lo más importante, es lo único.” Es conveniente señalar que el triunfo es sólo un efecto, una consecuencia, una resultante. La única forma de influir en dicho efecto es influir primero en las causas que lo originan. Hacer lo mismo una y otra vez, incluso si lo hacemos con más ganas o emoción, no nos garantiza obtener resultados diferentes. El desempeño de los entrenadores y de los jugadores se suele juzgar a partir de un marcador (efecto) pero muy pocas veces a partir de todo aquello que permitió obtener dicho resultado. Cuando los equipos pierden, generalmente salen del campo cabizbajos, rompen filas y cada uno de sus integrantes se marcha a casa. Cuando los equipos ganan generalmente celebran, desfilan, rompen filas y cada uno de sus integrantes se marcha a casa. ¿Cuántas veces hacen una pausa para evaluar, independientemente del resultado obtenido, todo aquello que les funcionó bien y deberían seguir haciendo y todo aquello que deberían cambiar y hacer diferente la próxima vez que tengan que jugar un partido?


En las empresas la forma de evaluar el desempeño es muy similar. ¿Logramos o no el objetivo? De ser así, a cobrar bonos y celebrar. En caso negativo, a cortar cabezas y presionar a todos para echarle más ganas. Si sólo evaluamos los efectos, sin intentar primero influir en las causas que dieron lugar a ellos, difícilmente los resultados van a cambiar, y cualquier acción que se emprenda será total y absolutamente irrelevante, incluso si todos le echamos muchas ganas.


6) Ejecución


Desde su invención por los ingleses hace más de un siglo, el fútbol siempre ha sido considerado un juego, lo que significa que es una actividad realizada sólo por el gusto de desempeñarla. Hoy en día este deporte constituye una industria global que produce ganancias estratosféricas para todos aquellos que la controlan y/o participan directa o indirectamente en ella. Los juegos tienen un elemento distintivo que los hace diferentes de cualquier otra actividad humana. Tienen que ser divertidos. Si algo caracterizó a la gran mayoría de los partidos que se desarrollaron en este campeonato del mundo es que fueron más aburridos que ver crecer el pasto. Si el espectáculo resulta tan soporífero, los organizadores deben apelar al manejo de las emociones de los aficionados para justificar lo costoso que resulta asistir a un juego que muy pocas veces alcanza un nivel de espectacularidad. A dos días de concluir el evento balompédico, me quedo con la imagen de un jugador que al ser enfocado por la cámara de televisión tenía una cara de desgano, cansancio y aburrición, y al que probablemente alguien debería recordarle que sólo se trata de un juego que al ejecutarse tendría que ser divertido para todos.


Los negocios no escapan de esto. Una encuesta realizada en los EE. UU. señala que los seres humanos pasamos más del 75% de nuestro tiempo de vigilia en actividades relacionadas con el trabajo. Lamentablemente, el mundo corporativo se ha vuelto terriblemente aburrido. Uno se puede percatar de ello viendo el desgano con el que muchas personas desempeñan sus actividades, se relacionan con sus compañeros e interactúan con los clientes. No es necesario que los integrantes de una organización adopten la cara de un enterrador para comunicar que trabajan en un negocio serio. Recientemente tuve oportunidad de ver un video en el que el asistente de vuelo de una aerolínea comunica las medidas de seguridad a los pasajeros de la forma más divertida e ingeniosa posible. La vida es demasiado corta como para pasarla con el ceño fruncido, especialmente si pasamos más tiempo en el trabajo que incluso con nuestra propia familia. Si el trabajo resulta frustrante o miserable, la mayoría de nuestra vida también lo será. Por otra parte, si resulta atractivo y placentero, lo mismo sucederá con ella.


¡Felices fiestas!

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