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La Contundencia de la Evidencia

Desde hace algunos meses había tenido la intención de abordar este tema, sin embargo, por múltiples circunstancias lo había venido postergando. Un buen número de recientes experiencias personales y profesionales me llevaron a sacarlo del cajón de los pendientes a efecto de compartir con ustedes mis reflexiones sobre la materia en esta nueva entrega quincenal.


El diccionario de la Real Academia Española define el término evidencia como “la certeza clara y manifiesta de la que no se puede dudar o la prueba determinante en un proceso.” A su vez, la página www.definición.de establece que dicha palabra “permite indicar una certeza manifiesta que resulta innegable y que no se puede dudar.” Dentro del derecho, una evidencia es una prueba determinante en un proceso judicial.


Tomo como punto de partida estas tres definiciones para plantear mi hipótesis inicial de que una gran mayoría de las opiniones, ideas y creencias de una gran cantidad de personas, aunque probablemente debería excluir de ella a las creencias, le van ganado la carrera a la evidencia. Permítanme tratar de explicar a qué me refiero señalando algunas de sus principales características:


1) La evidencia se puede manipular


Como cualquier investigador profesional o actor de la serie de televisión CSI lo sabe, la evidencia siempre se puede manipular. El Poder Judicial Federal señala que la evidencia son las huellas, vestigios y demás elementos materiales del hecho delictuoso, que pueden encontrarse en el lugar de los hechos y/o lugar del hallazgo y que por sus características existe la probabilidad de que tenga alguna relación con la comisión del delito que se investiga.


Sólo hay algo peor que intentar opinar sin contar con la evidencia que respalde nuestras ideas, y esto es que la evidencia que utilicemos haya sido manipulada de forma involuntaria o claramente intencional por un tercero. Cada vez es más común escuchar conversaciones en las que las opiniones de la gente se basan en lo que dijo un tercero de cuestionable autoridad académica, técnica y/o ética, sólo por el hecho de que el individuo de marras es muy popular o cuenta con chorro cientos mil seguidores en las redes sociales.


2) La evidencia se tiene que buscar


Cualquiera que esté leyendo este blog desde un teléfono inteligente, o cualquier otro equipo móvil, tiene entre sus manos una herramienta tecnológica mucho más poderosa que todas las computadoras que llevaron al primer hombre a la luna hace 54 años. Y no sólo eso, dicho dispositivo tiene la capacidad de acceder a una muy buena parte de la información generada por la raza humana durante los últimos 5,000 años. Hoy en día enviar información del continente americano al europeo nos puede llevar unos 15 segundos, mientras que ese mismo proceso demoraba hasta 180 días hace 500 años.

Lo que quiero señalar con esto es que contar con un dispositivo electrónico inteligente de alta gama no convierte a las personas, en seres ultra, super, recontra inteligentes, y el acceso inmediato a 5,000 años de información, no implica que sus opiniones estén basadas en evidencia real. Hace unos días un querido amigo me comentaba que cada vez se enfrenta con mayor frecuencia a situaciones en las que las personas con las que interactúa defienden furibundamente sus opiniones sólo por haberlas leído en las redes sociales. La evidencia existe, pero no estará disponible para nadie que no la busque.


3) La evidencia es binaria


La palabra binario hace referencia a algo que está compuesto por dos elementos o unidades. La evidencia tiene esta importante característica. Existe o no existe. Con mucha frecuencia interactúo con personas que juran y perjuran que la evidencia que sustenta sus opiniones y/o decisiones existe, sólo que la olvidaron, perdieron, traspapelaron, la tiene un tercero, no está disponible en este momento, o se la robaron unos alienígenas.


Siempre he apoyado el hecho de que la base sobre la cual debe sustentarse y desarrollarse cualquier relación humana es la confianza. Sin embargo, también suelo afirmar frecuentemente que yo le creo a todas las personas, pero le creo mucho más a la evidencia. Hace algunos años trabajaba con una importante compañía europea que anunciaba orgullosa una millonaria inversión para implementar un sofisticado sistema para administrar las relaciones con sus clientes (CRM). Después de escuchar atento sus explicaciones solicité una muestra (evidencia) sobre la información que dicho sistema albergaba sobre su cuenta más importante. Unos minutos después pusieron sobre mis manos una impresión de 17 páginas en la que pudimos todos corroborar que el único dato del cliente que contenía dicho documento era un número telefónico.


4) La evidencia no se puede ocultar


Un famoso refrán mexicano señala, “entre broma y broma la verdad se asoma.” Otra frase que es utilizada con mucha frecuencia en nuestro ámbito establece, “no se puede tapar el sol con un dedo.” Decía el presidente norteamericano Abraham Lincoln, “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo.”


Con la evidencia, el dinero y el amor sucede exactamente lo mismo. Algunos pueden intentar manipular, moldear, maquillar o disfrazar la realidad. El asunto es que, tarde o temprano, la evidencia saldrá a la luz por sí sola y pondrá bajo los reflectores al que haya intentado ocultarla. Permítanme compartir con ustedes un ejemplo de mi vida profesional. Al trabajar con profesionales de ventas suelo preguntarles la forma en que se preparan para una entrevista de ventas o una negociación importante. Generalmente recibo una gran cantidad de respuestas, desde las más sencillas hasta las más sofisticadas. Las cosas comienzan a complicarse un poco para todos cuando les solicito que me muestren la evidencia de cómo lo hacen. Aquí es donde normalmente la algarabía inicial cede su lugar a un incómodo silencio.


5) La evidencia que no se utiliza no sirve


Espero no meterme yo solito en un pantano del que después no pueda salir. Permítanme presentar los siguientes ejemplos. En el primero de ellos, de cuando en cuando, hasta Jesús de Nazareth proporcionaba a sus seguidores ejemplos reales de sus poderes divinos como evidencia de ser el mesías e hijo de Dios. Sanaba enfermos, convertía el agua en vino, multiplicada peces y panes y perdonaba a pecadores, e incluso llegó hasta a mostrar al apóstol Pedro las heridas sufridas durante el proceso de crucifixión. En el segundo, y al ser confrontado con cifras negativas, un popular político mexicano suele responder frecuentemente a sus interlocutores que él tiene otros datos que difieren de los que le presentaron, siempre son positivos y generalmente nunca exhibe.


En el primer ejemplo se utiliza la evidencia como prueba determinante de algo que no se puede dudar. En el segundo, se trata de simples opiniones que no son más que excusas y pretextos. Si la evidencia no se utiliza, simple y sencillamente no sirve. Comparto dos ejemplos adicionales que abordan situaciones recurrentes. La gente suele señalar con frecuencia que ya envió determinada información, y niega de forma reiterada que haya recibido la que alguien le hizo llegar. O bien, una empresa señala a sus proveedores que sus políticas de pago son neto 90 días. Cuando alguien se atreve a solicitar una copia escrita de dichas políticas, la respuesta casi siempre es negativa debido a que se trata de información interna, ultrasecreta y resguardada en una caja fuerte junto con la receta de pollo frito del coronel Sanders. Evidencia que no se utiliza no sirve. Evidencia que no sirve no son más que puras excusas y pretextos.


6) La evidencia se tiene que validar


Alguien me dijo alguna vez que uno siempre debe de probar las suposiciones antes de tomar una decisión importante. Con la evidencia sucede exactamente lo mismo. Antes de utilizarla como sustento a opiniones o ideas debe validarse para tener la certeza absoluta de que es real y no ha sido manipulada. He incluso muchas veces después de haber sido validada, se corre el riesgo de que la evidencia disponible resulte incorrecta.


El proceso es bastante sencillo, aunque un poco lento y laborioso, y si mal no recuerdo es un tema que abordé hace algunos años. La receta de validación requiere tres ingredientes: 1) Utilizar la mayor cantidad posible de canales de información de alta calidad. Lamento informar a mis lectores que estos casi nunca incluyen a las redes sociales, y mucho menos a los comentarios que en ellas se expresan, y que generalmente son réplicas de otros usuarios, muchos de ellos incluso falsos y/o anónimos, sin ningún sustento basado en evidencia, 2) Realizar un análisis de las implicaciones (consecuencias) positivas y negativas de actuar o no en base a la información recopilada, y 3) Buscar indicadores adicionales (datos de otras fuentes) que validen y/o rechacen la validez de la información con la que contamos.


Existen muy pocas cosas tan poderosas como la evidencia real. Como lo señalé, suelo confiar casi en todo el mundo, ya que esa es la base para la construcción de relaciones sólidas y duraderas. El asunto es que creo mucho más en la evidencia real como el medio seguro y adecuado para la obtención de resultados. Nunca he creído en la fe ciega como una herramienta poderosa para tomar decisiones y/o implementar estrategias. Cada decisión y/o estrategia conlleva siempre un riesgo inherente, mismo que podemos minimizar con el uso de la evidencia. Cada persona es libre de opinar, pensar y creer lo que quiera. La cuestión es que en el mundo actual tan complejo, cambiante y competitivo, cada vez serán más valorados aquellos individuos que sustentan sus opiniones en la contundencia de la evidencia.


“¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?” Groucho Marx

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